Vasijas
Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos. Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite. Él le dijo: Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas. Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte. Y se fue la mujer, y cerró la puerta encerrándose ella y sus hijos; y ellos le traían las vasijas, y ella echaba del aceite. Cuando las vasijas estuvieron llenas, dijo a un hijo suyo: Tráeme aún otras vasijas. Y él dijo: No hay más vasijas. Entonces cesó el aceite. Vino ella luego, y lo contó al varón de Dios, el cual dijo: Ve y vende el aceite, y paga a tus acreedores; y tú y tus hijos vivid de lo que quede. 2Re 4
Cuando llegan las vicisitudes en nuestras vidas, muchas veces no sabemos que hacer y nos dirigimos a Dios, como esa viuda le habló al profeta Eliseo en su tristeza para que hiciese algo por ella, estando en riesgo sus propios hijos.
Así como Eliseo le respondió a ella, también Dios nos responde a nosotros de maneras distintas según lo que pasamos. Tal vez si el problema fuese económico la solución sería sencillo como hacer lo que este a nuestro alcance, con esmero, y constancia, para producir lo que necesitamos. Porque El nos da las herramientas como las vasijas para hacerlo, pero nosotros debemos hacer lo que sigue, y con las mejores motivaciones serán recompensados.
Pero cuando es una situación donde existe un desquebrajamiento en el alma, es un poco más complejo. Tal vez sea en parte nuestra causa, tal vez no, pero en esos momentos, aunque nada tenga sentido; cuando buscamos a Dios, el sopla sobre nuestras heridas, y nos dice que todo obra para bién.
El dolor es parte del propósito, la pérdida, la preocupación, el desánimo tiene sentido cuando produce una fe más profunda en nuestro ser. Cuando le entregamos nuestras lágrimas, el Espíritu Santo siembra semillas de abundancia. A veces esas semillas vienen como tiempos de cambios, para encontrar un propósito más trascendente.
Dios es experto en transformar un mal para bién, especialmente cuando nuestro dolor es a causa de otros. El anhela producir en nosotros aceite para dar a los demás. El aceite simboliza la unción del Espiritu, y la unción es la autoridad para hablar las escrituras desde una posición de fortaleza y transformación.
La unción produce en otros el anhelo de conocer al autor de nuestra redención, al Padre, al Hijo, y al Espíritu santo.
Sé una vasija, y deja que el Espiritu Santo lo llene con su poder.


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