El amor.
Cuando el amor toca lo quebrado se repara, cuando el amor toca al inseguro le genera confianza, cuando el amor se lanza hacia las profundidades caminas sobre el agua, cuando el amor es puro es también justo, y cuando el amor tiene unos pocos ingredientes puede alimentar a miles. Cuando Jesús tocó o fue tocado, sanó, el amor ágape de Dios es sobrenatural. La misma autoridad, poder y fuerza que resucitó a Jesús de los muertos esta dentro de ti y está ahi para capacitarte, tocar y sanar.
Jesús dijo: bajaba un hombre de Jerusalén a Jérico y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, le golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quién, al verlo, se desvió y siguió de largo. Así también llegó a aquel lugar un levita y al verlo, se desvió y siguió de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba el hombre y viéndolo, se compadeció de él. Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevo a un alojamiento y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos monedas de plata y se las dió al dueño del alojamiento. Cuídemelo le dijo y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva. ¿Cual de estos tres piensas que demostró ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
El que se compadeció de él, contestó el experto en la ley.
Esta es una historia que contó Jesús para demostrar el amor perfecto al prójimo. El amor tiene un amplio significado que solo tiene sentido cuando es tangible atraves de acciones, porque todos hablan sobre el amor pero con poca práctica o nula. El amor se viste de amabilidad, de respeto, de altruismo, de generosidad, de silencio cuando es necesario, y también se edifica en palabras. No somos llamados socializar con todas las personas que encontramos, pero si somos llamados a demostrar amor a nuestro prójimo que necesita.
Es tan triste escuchar que una persona fue marginado/a por otros por su forma de vestir, o tal vez por temas secundarios. Cuando en la iglesia puede ingresar los hombres más viles o sucios que buscan la gracia, estamos haciendo lo que hizo el buen samaritano con su prójimo, al ser ayudado en su peor momento, lavando sus heridas.
Y respondiendo, les dirá; de cierto os digo que en cuanto lo hicisteís a uno de estos pequeñitos, a mí lo hicisteis. Mateo 25: 40
Pasar por malos momentos nos da la sensibilidad de ver a las personas de la forma en que lo haría Jesús, por eso los que fueron lastimados pero fueron asistidos, escuchados y contenidos se convierten en grandes instrumentos de amor en el ministerio. Cuando acogemos a los necesitados, sembramos semillas que darán fruto en abundancia; pero lo que no hacemos es posible que otras personas lo realicen, o simplemente esa oportunidad se pierda, como el caso de ese hombre herido que estaba grave, y quizás le faltaba poco para dejar de respirar en aquel camino si el buen samaritano no le hubiese brindado lo que necesitaba. Por eso tengo muy presente el agradecimiento a Dios por todas las personas, que en su tiempo sembraron una palabra, una oración, una palabra de afirmación, un acto de amor sobre mi vida. Son los manos y pies de Jesús en la tierra. ¡bendiciones!
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