Desiertos

El desierto es un área geográfica árida, de miles de km de arena, con flora y fauna casi nula, donde el sol se acentúa de día con un calor sofocante y de noche, un frío excesivo, es por eso que se considera no favorecible para habitar. También existen desiertos solo con temperaturas bajas. En la biblia podemos ver muchas historias en el desierto, en las que nos deja significados profundos de como también se refleja la imagen de un desierto personalmente y en comunidad.


Génesis 16. 7
Se levantó pues Abraham muy de mañana, tomo pan y un odre de agua y los dio a Agar poniéndoselos sobre el hombro y le dió el muchacho y la despidió. Y ella se fue y anduvo errante por el desierto de Beerseba.
El desierto en esta narrativa es de un escenario de refugio donde Agar fue con su hijo Ismael a posar, después aquel niño fue un joven con una gran descendencia, pero siendo enemigos del pueblo cercano que pertenecía a la familia legítima de su padre con Sara, su esposa. Así este desierto marcó líneas bien separadas entre dos generaciones, que hoy conocemos como los países árabes, y los israelitas. 

Éxodo 3.1
Y Moisés apacentaba el rebaño de Jetro su suegro, sacerdote de Madián; y condujo el rebaño hacia el lado occidental del desierto, y llegó a Horeb el monte de Dios. El desierto para Moisés significó en este capítulo el puente para llegar a la tierra prometida, así como cuando estuvieron por cuarenta años mientras el Señor les llevó a la tierra de Canaán. 
Deuteronomio 2. 7 
Pues el Señor Tu Dios te ha bendecido en todo lo que has hecho; él ha conocido tu peregrinar a través de este inmenso desierto. Por cuarenta años el Señor tu Dios ha estado contigo, nada te ha faltado.

Mateo 3.3
Porque este es aquel a quien se refirió el profeta Isaías diciendo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino al Señor, haced derechas sus sendas.

Marcos 1.4
Juan el bautista apareció en el desierto predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados.

El desierto fue un escenario de preparación por el último profeta en este contexto donde una promesa sería cumplida, la venida del Mesías. Era necesario un anuncio para el gran avivamiento, una preparación en los corazones para recibir las palabras de Jesús.

Mateo 4.1
Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto para ser tentado por el diablo.
Este fue un escenario de prueba para Jesús que fue movido por el Espíritu a ese lugar para que el 
Padre afirme su identidad para el comienzo de su ministerio.

Podemos ver que existe la personificación del desierto en nuestra vida en dos formas según la palabra: que es el desierto espiritual como un paso para llegar a nuestra tierra prometida y el desierto espiritual como necesidad de Dios para dejar la práctica de pecados y avanzar.
Oseas 2. 14 dice Por eso voy a seducirla, la llevaré al desierto y hablaré a su corazón.
Cuando nos sentimos con una sequía en nuestra alma, un hastío, cuando parece que nada tiene sentido, y además tenemos sentimientos de culpa es porque nuestra alma está en una zona árida y necesita agua espiritual que viene de Dios para reavivar, y seguir.
En un momento viene este desierto espiritual a nosotros y solo tenemos dos opciones; podemos hacer una introspección y cambiar, o todo lo contrario; buscar algo fuera de Dios que le de sentido a nuestra existencia, así alejarse más, hasta tener un corazón endurecido, insensible al Espíritu Santo. Cuando buscamos su presencia, El habla, y podemos ver a un amigo que está con nosotros incondicionalmente.

El segundo es una imagen del desierto como un paso para llegar a un nuevo nivel, se puede decir. Cuando Jesús quiere revelarse más profundamente a nosotros también nos lleva a desiertos, una sed espiritual, a selah, escuchar solo su voz, para conocer más sobre la dimensión donde se mueve el ejército celestial. Una nueva revelación nos lleva a un escalón más en lo que se le denomina unción, como el aceite que necesita nuestra lámpara para alumbrar con más fuerza, e ilumine, sea a hermanos en la fe, o en el mundo. La unción es para posicionar más a Cristo en los demás, y ser de bendición. Es necesario que el crezca y yo mengue. 


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