La mujer sunamita
Hay una historia muy interesante en 2Reyes 4: 8, 37 sobre la hospitalidad, la fe perseverante y la obediencia, donde una mujer de Sunem a través de su generosidad al hospedar al profeta Eliseo, demuestra una profunda fe y su disposición para servir, lo que la lleva al milagro de tener un hijo.
Aunque no se la menciona por su nombre en la Biblia, esta mujer poseía cualidades que la hacen digna de ser recordada. Su historia nos brinda algunos detalles sobre su persona y carácter.
7 características de la mujer sunamita.
1. Era una mujer adinerada, con gran influencia y recursos. Se nos presenta como una mujer rica, influyente y prominente en la ciudad.
2. Ella fue hospitalaria. No solo alimentó diariamente al hombre de Dios, sino que también le construyó una habitación y la amuebló con todo lo necesario.
3. Era una mujer que creía en Dios y rápidamente reconoció a Eliseo como un profeta de Dios.
4. Ella fue obediente. Cuando el hombre de Dios le dio instrucciones de abandonar su pueblo debido a lo que estaba por venir, ella obedeció de todo corazón, confiando en las promesas de Dios para su futuro.
5. Era una mujer perspicaz que caminaba en armonía con su esposo. Le contaba lo que percibía del hombre de Dios que pasaba de vez en cuando frente a su casa, y también le explicaba cómo podían ser una bendición para él.
6. Era estéril y había aceptado su condición. Su esposo era anciano y, aunque eran ricos, carecían de un heredero que continuara su legado. Había asumido con tanta naturalidad esa etapa de su vida que, cuando el hombre de Dios le anunció que tendría un hijo al año siguiente, le dijo: «Por favor, señor, no me mienta, usted es un hombre de Dios». Era un anhelo silencioso en su corazón que parecía imposible, pero Dios obró un milagro en su vida.
7.Era una mujer de gran fe. Su hijo había muerto en sus brazos; inmediatamente lo tomó en brazos y lo colocó en la cama del hombre de Dios. Se apresuró a buscarlo y, cuando le preguntaron: «¿Está todo bien?», respondió con estas palabras llenas de fe: «Todo está bien». Sus palabras reflejaban su fe en Dios, que permaneció inquebrantable en medio de la crisis.



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