Proverbios 14. 30

El corazón apacible es vida de la carne, más la envidia es como carcoma de los huesos. 

Cuenta una fábula que un día caminaban juntos un envidioso y un codicioso. En eso, divisan una vieja vasija toda cubierta de polvo, tirada a un costado del camino. El envidioso la toma, saca su pañuelo para limpiar el polvo y al frotarla con el pañuelo, oh sorpresa, de la vieja vasija sale un geniecillo y dice: Gracias por haberme deliberado de mi prisión. En gratitud por tan noble gesto, les quiero hacer un regalo a los dos. El regalo consistirá en cualquier cosa que ustedes quieran, pero con una condición. Uno de los dos podrá elegir el regalo, mientras que el otro recibirá una doble porción. El envidioso sabía exactamente lo que más le gustaría tener, pero sabía también que no podría soportar la envidia de ver que el codicioso tenga el doble que él. Por eso esperaba que el codicioso elija el regalo. El codicioso por su parte también tenía su preferencia en cuanto a lo que le gustaría recibir, pero su codicia le obligaba a tener el doble de lo del envidioso. Por tanto, él también estaba esperando que el envidioso elija el regalo. Así que se miraban el uno al otro en silencio por un buen rato. Por fin el envidioso se abalanzó al cuello del codicioso y apretándolo con todas sus fuerzas le dijo: Elige el regalo o te mato. Apenas recuperando el aliento, todo asustado, el codicioso dijo: Esta bién, está bién, yo elegiré el regalo: Quiero quedarme ciego de un ojo. Al instante perdió la vista de un ojo, mientras que el envidioso perdió la vista de ambos ojos.

La enseñanza de esta fábula es que la envidia nunca paga bien a los que la toleran en su corazón.




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