Esta bién, no estar bién.

 Desde pequeños nos enseñaron la filosofía sobre la felicidad, de encontrar satisfacción constante y bienestar permanente, pero esas ideas por más bién que suenan, no son posibles;  porque justamente estamos en un mundo inestable, y caído. 

Esta bién, no estar bién. Existen días alegres, y días tristes, existen catástrofes ambientales, huracanes, tsunamis, tormentas, que deja muchos daños, existen accidentes que puede en un instante llevar a un ser cercano, existen enfermedades que traen dolores físicos, y pérdidas ecónomicas, vivimos en una sociedad donde hay malos tratos, relaciones dañinas. 

La felicidad son momentos en los que sentimos emociones muy positivas por situaciónes agradables; y esta bién vivir al máximo esos tiempos, como también es importante aceptar los momentos tristes y no reprimir sentimientos negativos, porque si nos reprimimos vamos acumulando en nuestro subconciente como nudos que producen bloqueos mentales.

A veces estos sentimientos de dolor o tristeza vienen derepente, sin previo aviso, a veces son acumulaciones de situaciones que desencadenan algunos problemas, en cualquiera de los casos es importante estar conectados a una fuerza superior a nosotros, porque somos frágiles, esta bién ser vulnerables, así fuimos diseñados, no tenemos solución a todo lo que sucede; solo tenemos responsabilidad de lo que está a nuestra alcance cambiar, o mejorar. Por eso, gracias a la tristeza por enseñarnos que llorar no es signo de debilidad y que lo mejor es abrazar nuestra vulnerabilidad como los procesos pasajeros en la vida. 

Tener fe es saber que tenemos un ancla firme y segura que es Cristo, en el podemos encontrar paz y seguridad,  porque todo llega, todo pasa y todo cambia. 

Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. 

Sobre todo recuerda, no eres más o menos, porque a cada uno nos tocó una historia de vida diferente. Silencia las voces, y camina conforme Dios habla a tu corazón atravez de su palabra.

Tu guardarás en perfecta paz a aquel cuyo pensamiento en ti permanece, porque en tí ha confiado. Isaías 26.3





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