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A mí no me vengas con los malos son maestros,
de que vienen a enseñarnos algo,
de que el dolor es aprendizaje,
de que gracias a ti soy más fuerte.

No.
No les debo nada.

No les debo nada:
ni un suspiro de gratitud,
ni un trago de mi vaso,
ni un respiro de mi aire.

No fueron maestro,
ni camino,
ni una lección envuelta.
No me iluminaron,
no me hicieron fuerte,
no me dieron alas.

Me levanté gracias a Dios,
Si seguí adelante,
fue porque así lo decidí.


No les debo las gracias
por el dolor que dejaron.

Todo lo que soy,
Se lo debo a Dios:
a mi valentía,
a mi enojo convertida en impulso,
a las voces en mi cabeza
que me dijeron que soy capaz.


Las heridas me las cerró Dios,
Las noches me las reconstruí a pulso.
Si aprendí algo,
fue porque me lo metí a la fuerza entre los dientes.

Si seguí adelante,
fue porque me arrastré hasta poder caminar,
porque lloré hasta quedarme vacía,
porque me sostuve sola, con su presencia.

Así que no te confundas.
No les debo el aprendizaje forzado.
No les debo las lecciones que aprendí;
las gané en la batalla .

Todo se lo debo a Dios,
a mi resiliencia,
a mi determinación.

Me lo debo a mí misma,
a mis propias ganas y desvelos.

Me debo a mí,
a mis propias luchas cuando pesaba más que el universo entero.

Sí, todo le debo a Dios y a las contadas personas que me hicieron el bién.
Y no a los que se vendieron por dinero y poder.

Poesía adaptado cristiano gral. de—
Is González - Escritora






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