Una madre que ora.
En blogs anteriores habiamos hablado un poco de las mujeres que resaltaron en las escrituras y de como Jesús vino a dar valor en una cultura donde se minimizaba a la mujer. Las mujeres tienen un lugar especial en el corazón de Dios por ser más frágiles, pero especialmente El derrama una gracia más sobre las mujeres virtuosas que son madres porque no ha de ser fácil sacrificar tanto por otro ser desde que apenas es un punto en el vientre. No existen madres perfectas pero todas merecen respeto por el simple hecho de dar vida. Son pocas las que no honran ese privilegio, abandonando o lastimando a sus hijos, tal vez porque vienen de una generación muy corrompida y no tienen suficiente fuerza de voluntad para cortar esas cadenas y ser diferentes. Una mujer que ama a sus hijos y ademas ora por ellos, hace descender una protección que ni un ejército podría dar, y aunque eso no garantize que serán consagrados o que no pasarán por problemas, es una cobertura que integra el bién, apesar de los malos momentos.
Puedo dar fe, de que las oraciones de mi madre han sido una cobertura y fortaleza constante en mi vida que nunca le podré retribuir completamente, porque verle arrodillarse en esas madrugadas antes de irse a su lugar de trabajo, clamando por protección, bienestar para su familia me dió el valor necesario para seguir a Dios. Un niño puede olvidar muchas cosas pero nunca el amor de su madre y lo que hizo por ellos. Nunca subestimen el poder de la oración de una madre, porque es lo más sublime que toca lo alto. El ministerio de una madre y un padre es la base para una sociedad que desea vivir en armonía, porque no solo se educa a un niño/a, sino a futuras generaciones que van desarrollando lo que aprendieron. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa, para que te vaya bién y seas de larga vida sobre la tierra.
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