Lucas 20

Sucedió un día, que enseñando Jesús al pueblo en el templo, y anunciando el evangelio, llegaron los principales sacerdotes y los escribas, con los ancianos, y le hablaron diciendo: Dinos: ¿con qué autoridad haces estas cosas?, ¿o quién es el que te ha dado esta autoridad?  Respondiendo Jesús, les dijo: Os haré yo también una pregunta; respondedme: El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres? Entonces ellos discutían entre sí, diciendo: Si decimos, del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?  Y si decimos, de los hombres, todo el pueblo nos apedreará; porque están persuadidos de que Juan era profeta. Y respondieron que no sabían de dónde fuese.  Entonces Jesús les dijo: Yo tampoco os diré con qué autoridad hago estas cosas.

Es legítimo preguntar cual es la autoridad que una persona posee para hacer cierta acción o decir palabras que llevan a grandes efectos. Cuando los resultados son positivos es más fácil o hasta lógico argumentar sobre su autoridad, aunque muchas veces nada justifica una acción que transgrede la dignidad de otra persona, aun cuando tales acciones producen beneficios secundarios. 

Eso es lo que sucedía en los días en que Jesús subía al templo a dar profundos mensajes. Jesús no necesitaba esforzarse como nosotros para hablar las escrituras; porque en el estaba la sabiduría y el conocimiento de todas las cosas. Su identidad como Hijo de Dios le daba la autoridad para hacer todo lo que quisiese. Pero su carácter no le permitía obrar en contra de las escrituras. Lo que estaba escrito era su principio para hacer lo que debía de hacer. Entonces cada vez que el hablaba lo hacía desde su esencia misma; y los que estaban rendidos a las escrituras lo comprendían, revelandose a ellos el Hijo de Dios.

Pero para los maestros de la ley no era fácil discernir esta verdad. Ellos estaban siempre detras de Jesús para encontrar un argumento que les permitiese destruir su identidad. 

La identidad de Jesús se basaba en una fuente divina, lo cual no se puede corromper o destruir porque consistía en tres áreas:

Su santidad.

Su carácter.

Su poder sobrenatural.

Por eso cuando le preguntaron cual era su autoridad, simplemente no le pareció responder. Ellos eran testigos de sus obras, de la luz que reflejaba su ministerio; incluso de la declaración que Juan el baustista había dicho sobre el como el Mesías. 

La religión de ese entonces era teocratica, como lo es hasta ahora en Roma y en varios países. Es una forma de gobierno donde la autoridad política se considera emanada de Dios y es ejercida directamente por religiosos o por gobernantes que actúan en nombre de una deidad, basando las leyes en principios religiosos y textos sagrados. Jesús vino para cumplir la ley, pero también a modificar ciertos puntos. Como Hijo de Dios no necesitaba la autorización de esos grupos para hacerlo, y era justamente esas razones lo que enardecían a esos líderes, porque no deseaban confirmar su identidad como Dios.

La autoridad para hacer la obra debe ser siempre bajo los principios de Su palabra. No vivimos por inercia, sino por propósito. Siempre que vivamos por propósito encontraremos oposición en el mundo porque esa identidad vertical en Cristo se ve reflejado en nuestras vidas. Jesús dijo: Si el mundo los odia, recuerden que a mí me odió primero. Jn 15.8 

One day, as Jesus was teaching the people in the temple and proclaiming the gospel, the chief priests and scribes came with the elders and spoke to him, saying, "Tell us, by what authority are you doing these things? Or who gave you this authority?  Jesus answered and said to them, “I will also ask you a question; answer me: Was John's baptism from heaven or from men? Then they discussed among themselves, saying, ”If we say, ‘From heaven,’ he will say, ‘Why then did you not believe him? ’ But if we say, ‘From men,’ all the people will stone us, for they are convinced that John was a prophet. And they answered that they did not know where it came from. Then Jesus said to them, "Neither will I tell you by what authority I do these things. Lc 20

It is legitimate to ask what authority a person has to perform a certain action or say words that have great effects. When the results are positive, it is easier or even logical to argue about their authority, although often nothing justifies an action that violates another person's dignity, even when such actions produce secondary benefits. 

That is what happened in the days when Jesus went up to the temple to give profound messages. Jesus did not need to make an effort like we do to speak the scriptures, because in him was the wisdom and knowledge of all things. His identity as the Son of God gave him the authority to do whatever he wanted. 

But his character did not allow him to act against the scriptures. What was written was his principle for doing what he was meant to do. So every time he spoke, he did so from his very essence; and those who were devoted to the scriptures understood him, revealing the Messiah to them.

But for the teachers of the law, it was not easy to discern this truth. They were always looking for an argument that would allow them to destroy Jesus' identity.

Jesus' identity was based on a divine source, which cannot be corrupted or destroyed because it consisted of three areas:

His holiness.

His character.

His supernatural power.

That's why, when they asked him what his authority was, he simply didn't feel like answering. They were witnesses to his works, to the light that shone through his ministry; even to the declaration that John the Baptist had made about him as the Messiah.

That's why, when they asked him what his authority was, he simply didn't feel like answering. They were witnesses to his works, to the light reflected by his ministry; even to the declaration that John the Baptist had made about him as the Messiah.

The religion of that time was theocratic, as it still is today in Rome and in several countries. It is a form of government where political authority is considered to emanate from God and is exercised directly by religious leaders or rulers who act in the name of a deity, basing laws on religious principles and sacred texts. Jesus came to fulfill the law, but also to modify certain points. As the Son of God, he didn't need the authorization of those groups to do so, and it was precisely these reasons that enraged those leaders, because they didn't want to confirm his identity as God.

The authority to do the work must always be based on the principles of His word. We don't live by inertia, but by purpose. Whenever we live by purpose, we will encounter opposition in the world because that vertical identity in Christ is reflected in our lives. Jesus said: If the world hates you, remember that it hated me first. Jn 15:8